lunes, 24 de marzo de 2008

Marear la perdiz

Una de las características que distingue al humano de otras especies animales es el uso del lenguaje. Al igual que otras especies, el humano dispone de un lenguaje. Pero hay algo que lo distingue, la capacidad de simbolización. A nadie se le ocurre que un perrito se acerque a su amo con la cuerda en la boca y que cuando el amo se disponga a llevarlo a dar una vuelta, el can en lugar de seguir moviendo el rabo, le guiñe un ojo dándole a entender que era una broma. Los mensajes son claros y apuntan a un objetivo.
En cambio, en nuestro lenguaje los mensajes muy frecuentemente son ambiguos. Y además, disponemos de metáforas y de ironías que nos permiten decir algo sin decirlo (o decirlo de otra manera).
Y si bien dos sociedades pueden tener muchas cosas en común, hay diferencias lingüísticas que se relacionan con el entorno cultural, la historia, etc. etc.
Recién llegadito a Barcelona hubo algunas expresiones que me resultaban difíciles de entender... o, en otras situaciones, ambiguas... Nunca voy a olvidar mi cara de asombro al escuchar en un trabajo a una compañera decir que estaba "constipada" (en Argentina eso quiere decir "estreñida")... yo pensé: "qué fresca... y lo dice así, sin vergüenza!".
Pero hubo dos expresiones que me llamaban mucho la atención: "flipar" y "marear la perdiz".
Poc a poc, como dicen los catalanes, fui descubriendo o más bien "reconociendo" el sentido de flipar. Claro, los tiempos que corren nos hacen usar ese verbo frecuentemente. Pero bueno, creo que es bastante sano no perder la capacidad de asombro.
La otra expresión era "marear la perdiz"... la verdad es que no me daba cuenta exactamente a qué se refería. Trataba de imaginarme a mi abuelo cuando salía al campo a cazar perdices y en lugar de cazarlas, distraerlas o hacerles bromas...
Luego, cuando fui contextualizando esa expresión logré darle un sentido. En Argentina "marear la perdiz" vendría a ser "calentar la pava y no tomarse el mate". Se refiere, para ser más específico a seducir, seducir y dejar caliente al otro.
La literatura psicoanalítica y el machismo imperante podría llevarnos a pensar que se trata de una posición femenina. Pues no: yo diría que es una posición, solo eso.
A veces, uno se ve tentado a pensar que esa posición es producto de la inmadurez o de la inexperiencia: otra vez "pues no", hay señores y señoritas que gozan de una plena adultez y que se pasan la vida mareando la perdiz... calentando pavas (sin tomar el mate).
Cada uno puede hacer de su culo un pito, un bonete o una ikebana como decía una gran amiga mía, pero hay cuestiones de respeto. Respeto hacia el otro y en última instancia hacia uno mismo. Entonces, creo que hay que tener la suficiente humildad como para coger el toro por las astas y dejar de hacer el tonto. Y en ese sentido el mensaje tiene que ser claro: "si te gusta un tío o una tía, pues adelante, a por él/ella". Y si no te gusta: agua que no bebas, déjala correr.
Entonces, conoces a un tío o a una tía y montas la parafernalia. No sabes muy bien qué te pasa con él/ella pero te sientes atraído/a. A medida que lo/la conoces te das cuenta de que sí pero no... pero como él/ella está muerto/a por ti... pues qué bien... que lindo que es tener a alguien pendiente de ti... y que bien que eso te levante el ego.
Luego vienen las famosas frases: esta semana la tengo fatal, etc. etc. Recuerdo que una vez, en la segunda semana de noviembre un chico me dijo: hasta después de Navidad lo tengo fatal. Cuando uno quiere hacer algo, pero realmente QUIERE hacer algo: lo hace.
Por eso, sería fantástico que cuando llegáramos a una cierta edad, pensáramos un poquito en qué estamos haciendo... y si realmente queremos hacer esto o aquello. Porque en última instancia, "marear la perdiz" no está penado por la ley aunque no deja de ser una estafa, un engaño... y engañar a quien ha sido sincero con uno, no tiene sentido... pero menos sentido tiene que uno se engañe a sí mismo.