viernes, 19 de octubre de 2007

Lenguaje

Había cosas que no se podían entender. Y eso era tan fuerte que si no hubiese sido por el alcohol me habría cuestionado esa obsesión de buscar explicación a todas las cosas. Sólo contaba con la ayuda de ese romántico furioso que por momentos se apodera de mí. Claro, ¿quién puede explicar una mirada? ¿quién puede describir esa sensación que tuve cuando el azul profundo me estremecía?

Hay un lenguaje que nos supera, es aquel que borra todas las palabras y que hace que nos pongamos nerviosos, caprichosos, felices, seguros e inconscientes. Es el que se había instalado entre tú y yo y el que me angustiaba al ver que no estábamos en el momento justo. La cruda realidad me repetía que no bastaba con encontrar a la persona indicada.

Pero el hecho de vivir una situación que sólo tú y yo conocíamos me seducía. Mirarte, entender tus mensajes, intentar rozarte sin que tu pareja se diera cuenta era algo tan peligroso como fascinante.

Quise recortar ese momento, empaquetarlo y guardarlo en ese lugar, en ese cajón de objetos preciosos que muchas veces necesitamos abrir. Y lo hice, con la ilusión de que ese momento tendría su segunda parte, su parte complementaria.

Así, te volví a encontrar. En un sitio donde nadie podía descubrir la intimidad. Donde, a pesar de poder usarlas, las palabras no cabían. Sólo las miradas, la yema de los dedos y el sabor de los labios. En ese momento tú eras para mí y yo era para ti.

“¿Oh qué será?, ¿qué será? Que andan suspirando por las alcobas, que andan susurrando versos y trovas, que andan escondiendo bajo las ropas, que anda en las cabezas y anda en las bocas, que va encendiendo velas en los callejones... que están hablando alto en los bodegones, gritan en el mercado, están con certeza, es la naturaleza, será, qué será, que no tiene certeza ni nunca tendrá; lo que no tiene arreglo ni nunca tendrá... que no tiene tamaño...” (“Oh qué será” –Chico Buarque de Holanda)

lunes, 15 de octubre de 2007

Felizmente

Felizmente algunos pudimos comprobar que lo único que mantiene vivo al ser humano es el amor. Alguna vez escuché, por ahí, que vivimos en el siglo de la angustia, del miedo. La gente no se compromete por miedo: miedo al abandono, a la pérdida, y, paradójicamente... a la soledad.
Pero la idea es seguir buscando el secreto que, por ser secreto, nadie lo conoce. Es el camino a ser más humanos, más vulnerables, menos plásticos, más contradictorios. Tal vez el costo sea elevado y tengamos que sacrificar algo de inteligencia en provecho de algo de emotividad.
Seguramente alguno se burle de nosotros. Otros dirán que somos románticos y poco realistas. Pero no son más que buenas defensas ante la imposibilidad. Solo los que tuvimos la suerte de amar, los que supimos "lo qué es morir mil veces de ansiedad" podemos sonreír de costado, guiñar un ojo y sentirnos vivos.
Otros pensarán que estamos locos. Pero solo los niños, los poetas, los músicos van a ser los que nos entiendan. De todos modos, incluso hasta el más impenetrable dispone de un recurso: los sueños. Lo importante: los afectos... y lo que digan los demás está demás.