lunes, 5 de noviembre de 2007

El "Tío" y Santiago

He tenido, y tengo, la costumbre de leer el diario todos los días. Y lamentablemente, o por suerte, me interesa un poco la política. No en una forma partidaria y proselitista sino como una actitud ideológica, digamos como una postura frente a la vida.

Esto se relaciona con los valores que uno ha internalizado durante su formación y aquellos con los cuales se ha identificado a lo largo de su vida.

En una de estas incursiones que hago en la prensa encontré una nota, interesante, sobre un libro que acaba de publicar un político, escritor, profesor, estadista, etc., etc. Cabe aclarar que también es, como reza el dicho popular,: “amigo de sus amigos” –felizmente no es amigo de los míos-.

No nombraré a este pensador por cuestiones de superstición. Como dice el dicho: “yo no creo en las brujas, pero que las hay, las hay”. Por ello, de aquí en más, llamaré a este sujeto “El Tío”.

Al parecer, El Tío le escribe a Santiago (creo que es su sobrino). El lenguaje que usa es claro, conciso y didáctico. Tanto, que por los pasajes que en la nota se transcriben, tengo la impresión que el pobre Santiago no es alguien muy inteligente. Como decimos en Argentina: “le faltan jugadores”.

El pobre Santiago debe ser un chico tímido, de rendimiento escolar medio, y algo retraído y está bien que El Tío le escriba y que lo publique.

Entonces, este “tío”, le escribe a su sobrino:

-Familia: hombre y mujer. Por mi parte yo creo, Santiago, en una familia compuesta de un hombre y una mujer, con hijos, y extendida a todos los miembros que por costumbre, por consanguinidad o integración, pertenecen a ella. Existen otras formas de convivencia, homosexuales o heterosexuales. Hay que respetarlo. Pero no estoy de acuerdo en que se considere cualquier situación equivalente a la familia de la que te hablo. Ni equivalente, ni alternativo.

Bueno, habría que remitirlo a este señor al Diccionario de la Real Academia Española, ya que el concepto (aún no modificado) de unión entre hombre y mujer es el del matrimonio, no el de familia.

En el DRAE (www.rae.es) en el concepto de familia encontraremos en su primera acepción: “Grupo de personas emparentadas entre sí que viven juntas”.

Y a partir de esto me pregunto y reflexiono sobre muchas cosas. Tendríamos que suponer que si uno de los cónyuges muriera ya no habría una familia. O si una mujer quedara embarazada y tuviera su hijo, pues no sería una familia. ¿Qué sería?

El Tío nos dice: “extendida a todos los miembros por costumbre, por consanguinidad o integración”.

Por costumbre, al parecer no es una costumbre que dos hombres o dos mujeres se amen, es algo nuevo, seguro que lo inventaron los de Mayo del 68 (a quién El Tío también critica).

Por consanguinidad, o sea... a ver si he entendido bien, aparte de casarse con una mujer, ¿un gay tendría que casarse con su prima o con su hermana? La verdad es que la verborragia de alguna gente llega a confundir. Pero, más allá de los juegos de palabras, qué yo sepa cuando un hombre se enamora de una mujer no mantiene con ella lazos de “consanguinidad”. Y si esto se refiere a los vínculos que han surgido por sangre... mmmm pues un gay no podría tener sobrinos ni padre ni madre.

Pobre Santiago, en este momento si sumamos que el chico no tiene muchas luces, con lo que le dice El Tío debe estar muy confundido.

Por integración: bueno, habría que preguntarle al Tío si la integración tiene que incluir a los otros dos (costumbre y consanguinidad). No sé, no me queda claro el discurso de “este tío”.

- Hijos de homosexuales. No sé, y creo que nadie lo sabe, qué pasará cuando un niño o una niña no puedan llamar padre ni madre a quienes se dicen sus progenitores pero que en muchos casos no lo van a ser. ¿Qué idea del mundo y de la realidad van a tener unos niños así criados? ¿La de que todo es posible? ¿La de que las leyes pueden dar satisfacción a todos los deseos?

- Sin familia no hay nada. La familia está basada en la naturaleza biológica del hombre, y la sociedad está basada en la familia. Sin familias, el sistema sanitario público estaría colapsado. ¿A quién recurres si no tienes hermanos, ni padres, ni hijos?

Este es un párrafo también interesante, sobre todo por los interrogantes que El Tío abre. La idea de un mundo lleno de hijos criados por homosexuales... es extraño, no había pensado en ello. Yo creo que las estadísticas que maneja El Tío, deben ser muy actualizadas, porque dado el alarmismo que refleja en sus escritos seguramente ya no es 10% de la población la cantidad de homosexuales... ¿andará por un 80%?

Pero muchas veces pienso en este mundo en el que mucha gente indeseable ha sido criada por heterosexuales y ha podido decir “papá” y “mamá”.

También pienso en esos niños que fueron abandonados y fueron criados en conventos, donde solo había mujeres, no había ni “papá” ni “mamá”. Sólo había “hermanas” y seguramente una “madre” (¡¡¡vaya confusión!!!).

La familia no sólo es una definición de diccionario, es, básicamente, la unión de dos o más personas mediante vínculos afectivos. Que la familia incluye vínculos de consanguinidad, pues sí, padres, hijos, hermanos. Pero cuando un hombre y una mujer se unen y deciden formar una familia, lo hacen por amor. Y el amor no distingue, no discrimina.

Las reflexiones de este “tío” con respecto al sistema sanitario llegan a ser absurdas, pero bueno, también hay que tener en cuenta el nivel intelectual de la persona a quién está dirigido.

El Tío y Santiago no forman parte de mi mundo, poco me importa lo que piensen o lo que hagan. Como decía Serrat en una canción de comienzos de los 80: “entre esos tipos y yo hay algo personal”.

Hay momentos en que me indigna ver y comprobar que sigue habiendo gente que no sabe lo que es el respeto. Respeto por el otro que no necesariamente tiene que coincidir en estilos de vida e ideológicamente.

Nadie obliga al Tío a casarse con Santiago ni a que adopten un hijo... ¿pero quiénes son estos señores para decidir y determinar lo que es bueno para los demás? Muchos hombres, en la historia de la humanidad, creyeron ser poseedores de la verdad, de la verdad absoluta. Y en muchos casos hemos podido ver el resultado (lamentable, por cierto).

Pero no se trata solamente de defender cuestiones que están (les guste o no) dentro del marco de la legalidad –legalidad que fue instituida legítimamente mediante instituciones democráticas-; se trata también de decirles a estos señores que nadie atenta contra sus intereses ni contra sus creencias reglamentando cuestiones que atañen a la justicia. La justicia, por ejemplo, de casos en que una pareja, después de 20 años de relación y convivencia pueda heredar de su amado o amada.

Evidentemente como decía Georges Brassens (versión de Paco Ibáñez): “no, a la gente no gusta que uno tenga su propia fe”.

viernes, 19 de octubre de 2007

Lenguaje

Había cosas que no se podían entender. Y eso era tan fuerte que si no hubiese sido por el alcohol me habría cuestionado esa obsesión de buscar explicación a todas las cosas. Sólo contaba con la ayuda de ese romántico furioso que por momentos se apodera de mí. Claro, ¿quién puede explicar una mirada? ¿quién puede describir esa sensación que tuve cuando el azul profundo me estremecía?

Hay un lenguaje que nos supera, es aquel que borra todas las palabras y que hace que nos pongamos nerviosos, caprichosos, felices, seguros e inconscientes. Es el que se había instalado entre tú y yo y el que me angustiaba al ver que no estábamos en el momento justo. La cruda realidad me repetía que no bastaba con encontrar a la persona indicada.

Pero el hecho de vivir una situación que sólo tú y yo conocíamos me seducía. Mirarte, entender tus mensajes, intentar rozarte sin que tu pareja se diera cuenta era algo tan peligroso como fascinante.

Quise recortar ese momento, empaquetarlo y guardarlo en ese lugar, en ese cajón de objetos preciosos que muchas veces necesitamos abrir. Y lo hice, con la ilusión de que ese momento tendría su segunda parte, su parte complementaria.

Así, te volví a encontrar. En un sitio donde nadie podía descubrir la intimidad. Donde, a pesar de poder usarlas, las palabras no cabían. Sólo las miradas, la yema de los dedos y el sabor de los labios. En ese momento tú eras para mí y yo era para ti.

“¿Oh qué será?, ¿qué será? Que andan suspirando por las alcobas, que andan susurrando versos y trovas, que andan escondiendo bajo las ropas, que anda en las cabezas y anda en las bocas, que va encendiendo velas en los callejones... que están hablando alto en los bodegones, gritan en el mercado, están con certeza, es la naturaleza, será, qué será, que no tiene certeza ni nunca tendrá; lo que no tiene arreglo ni nunca tendrá... que no tiene tamaño...” (“Oh qué será” –Chico Buarque de Holanda)

lunes, 15 de octubre de 2007

Felizmente

Felizmente algunos pudimos comprobar que lo único que mantiene vivo al ser humano es el amor. Alguna vez escuché, por ahí, que vivimos en el siglo de la angustia, del miedo. La gente no se compromete por miedo: miedo al abandono, a la pérdida, y, paradójicamente... a la soledad.
Pero la idea es seguir buscando el secreto que, por ser secreto, nadie lo conoce. Es el camino a ser más humanos, más vulnerables, menos plásticos, más contradictorios. Tal vez el costo sea elevado y tengamos que sacrificar algo de inteligencia en provecho de algo de emotividad.
Seguramente alguno se burle de nosotros. Otros dirán que somos románticos y poco realistas. Pero no son más que buenas defensas ante la imposibilidad. Solo los que tuvimos la suerte de amar, los que supimos "lo qué es morir mil veces de ansiedad" podemos sonreír de costado, guiñar un ojo y sentirnos vivos.
Otros pensarán que estamos locos. Pero solo los niños, los poetas, los músicos van a ser los que nos entiendan. De todos modos, incluso hasta el más impenetrable dispone de un recurso: los sueños. Lo importante: los afectos... y lo que digan los demás está demás.