lunes, 29 de septiembre de 2008

Las boludas

Hay momentos en la vida en que me siento identificado con una canción de Serrat: “…de vez en cuando la vida nos gasta una broma, y nos despertamos sin saber qué pasa, chupando un palo sentados sobre una calabaza.” Son situaciones de perplejidad y de no poder creer lo que estás viendo u oyendo. Pero la realidad está ahí y no la podemos negar. Tal vez la sensación de vacío y de perplejidad se debe a que, una vez más, las boludas nos han jugado una mala pasada.
Esas decisiones tontas, imbéciles, boludas; que no solo implican un “hacer”. También están presentes en el “no hacer”, en el admitir. Por ejemplo, cuando te das cuenta de que no te quieren o de que no te siguen eligiendo y sin embargo sigues sosteniendo una relación. Y te sientes el ser más imbécil de la tierra porque en el fondo sabes que no te quieren o que solo quieren una parte de ti, lo que les conviene. Pero con mil justificaciones vanas piensas que valía la pena tener paciencia (decisión boluda), darle otra oportunidad (decisión boluda) o hacerse el tonto: no pasa nada, no pasa nada (decisión boludísima). En esas situaciones recuerdo un aforismo de Antonio Porchia que decía “han dejado de engañarte y no de quererte y tú piensas que han dejado de quererte”.
Tal vez dejamos que las boludas se apoderen de nosotros porque tenemos un miedo inmenso de quedarnos solos, desamparados.

“Sé que lloraré después,
que jamás te olvidaré.
Sé que cada noche sin tu risa, sin tu voz,
¡cuánto extrañaré tu amor!
Pero es preferible más perderte
a seguir siendo un fantoche
sólo por verte.
No, ¡dejame por favor!
Hoy se rebeló mi amor.”

Tango “Rebeldía” de Roberto Nievas Blanco / Oscar Rubens